En defensa de 'Sexo en Nueva York', la serie que nos enseñó que se puede ser soltera, estupenda y feliz
6:12 a.m.El próximo año se cumplirán veinte años (¡veinte ya!) del estreno en televisión de Sexo en Nueva York. Una serie que, a lo largo de sus seis temporadas, se convirtió en un mito del ocio destinado al público femenino y brilló con luz propia en HBO y, posteriormente, en las pantallas de cine. Pero es que Sexo en Nueva York, al menos como serie, y sobre todo en sus primeras temporadas, fue mucho más que un producto de ocio: rompió estereotipos y demostró que las mujeres, todas las mujeres, pueden ser felices y libres sin necesidad de tener un hombre a su lado.
Sexo sí, pero a nuestra manera
Puede ser difícil entender que una serie que gira alrededor de las relaciones haya sido un hito en la independencia femenina, pero, para ello, lo mejor es recurrir a sus primeras temporadas en televisión. No nos quedemos con la imagen que transmiten las películas, con los personajes tan estereotipados que dan un poco de vergüenza ajena y la trama dirigida de forma casi exclusiva a que las historias de amor se resuelvan con final de cuento de hadas.
Hubo un Sexo en Nueva York anterior, el de aquellas primeras temporadas que tenían casi un aire de documental, con mujeres anónimas neoyorquinas opinando sobre temas que jamás se habían puesto en voz femenina en la pantalla. Conversaciones que tenemos con nuestras amigas o que jamás nos atreveríamos a mencionar, pero que tuvieron protagonismo en horario de máxima audiencia y nos demostraron que las mujeres podemos disfrutar del sexo con libertad e independencia y, sobre todo, a nuestra manera, sin supeditarnos solo a los deseos masculinos.
Fuera estereotipos
Aunque, repetimos, las películas hicieron todo lo posible por cargarse el espíritu original de los cuatro personajes protagonistas, una de las grandes virtudes de la serie fue acabar con los estereotipos que parecían las características principales de las cuatro chicas. Lo vemos cuando la puritana Charlotte se engancha al uso de un vibrador con forma de conejo, cuando la cínica Miranda cae rendida a los pies de Steve o cuando Samantha no puede evitar enamorarse de aquel Richard que era la horma de su zapato.
En cada una de ellas encontramos algo con lo que identificarnos. Emocionalmente, Carrie y Charlotte eran las románticas, mientras que Miranda y Samantha eran las cínicas. En lo concerniente al sexo, Miranda y Charlotte eran más comedidas, mientras que Carrie y, sobre todo, Samantha lo disfrutaban sin prejuicios. Incluso en su concepción del feminismo encontramos diferencias: Carrie y Miranda buscan la igualdad a través de un feminismo de segunda ola, mientras Charlotte y Samantha se acercan más a la tercera, con la potenciación de la feminidad como medio de lucha.
Pero muy muy fuera
Hoy hablamos mucho de body positive, y puede que nunca se nos ocurriera pensar en Sexo en Nueva York como un producto de ficción que lo impulsara. Pero... pensemos en sus protagonistas. Quizá a excepción de Charlotte, ninguna de ellas tiene una belleza clásica. A diferencia de Gossip Girl, por ejemplo, donde todas las chicas poseen un físico más ajustado al estándar clásico, en Sexo en Nueva York encontramos características muy diferentes.
Hoy vemos a Sarah Jessica Parker como todo un referente de estilo, pero, allá por 1998, era una chica muy normal. Con su pelo rizado a lo loco, una nariz algo grande y una verruga evidente en su piel. Y Miranda osciló de peso varias veces durante las seis temporadas. Y, por supuesto, Samantha hizo más por demostrar que una mujer puede seguir siendo fabulosa a partir de los cincuenta que cualquier campaña publicitaria.
Y fuera también el slut shaming
Qué horror pensar que, veinte años después, el slut shaming (humillar a una mujer por sus comportamientos sexuales) sigue existiendo. Que, incluso, ha sido uno de los temas principales de una de las series de más actualidad, Por trece razones. Sexo en Nueva York no solo puso a sus protagonistas a hacer en la cama lo-que-les-daba-la-real-gana, sino que dejó grandes citas célebres contra aquellos que todavía se sienten capaces de juzgar la sexualidad de una mujer, la mayor parte de ellas, por supuesto, en boca de Samantha:
La importancia de la amistad
En un mundo que nos ha enseñado que las mujeres somos peores amigas que los hombres, Sexo en Nueva York insistió hasta la saciedad en demostrar que no. Carrie, Samantha, Miranda y Charlotte, con todas sus diferencias y con algunos desencuentros de por medio, son un equipo sin fisuras. Una red de seguridad con la que es más sencillo enfrentarse a los problemas que nos depare la vida, sea la elección del outfit para un sábado noche o la decisión sobre el amor de nuestra vida.
En el último capítulo de la serie, justo antes de irse a París a buscar a Carrie, Big les dice a Charlotte, Miranda y Samantha: «Vosotras sois los tres amores de su vida, yo tendré suerte si logro ser el cuarto». Y es que todas sabemos que las amigas de verdad son nuestra verdadera fuerza cuando todo lo demás falla porque no, las mujeres no somos malas amigas, y ya era hora de que alguien lo dejara claro en la ficción.
Profesionales y felices
En una serie que gira alrededor de las relaciones, el sexo y también la moda, habría sido tentador olvidar las carreras profesionales de sus protagonistas. Pero en Sexo en Nueva York, vemos desde el comienzo la importancia de la vida laboral de sus protagonistas. Aunque al comienzo resulte surrealista pensar que Carrie pueda mantener su ritmo de vida y su piso del Upper East Side escribiendo una única columna semanal en una revista, posteriormente vemos cómo obtiene el éxito profesional a través de sus libros.
Por su parte, Miranda es una abogada de éxito, que no deja de lado su carrera tras ser madre, pero que se enfrenta al miedo a que su profesión se vea perjudicada por su embarazo. A Samantha la conocemos convertida en una relaciones públicas de primer nivel, una empresaria de élite hecha a sí misma. Y pocas veces las protagonistas mostraron mayor crítica hacia una de ellas que en el momento en que Charlotte decidió abandonar su profesión tras su primer matrimonio.
«Te quiero, pero me quiero más a mí»
Que no se diga que todo son críticas hacia las películas de Sexo en Nueva York. En la primera, nos encontramos con una Samantha que se ha perdido a sí misma en una relación que no la hace feliz. Y rompe con Smith con esa frase: «Te quiero, pero me quiero más a mí». Y es que esa es la idea en torno a la cual se articula toda la serie. Sí, las chicas (sobre todo Carrie) sufren por amor, por la búsqueda del hombre soñado y por los errores que cometen. Pero acaban poniéndose a sí mismas por encima de relaciones tóxicas y hombres que no las merecen.
Para ser independiente, no hace falta estar soltera. Eso ya lo sabemos. La clave está en no configurar a los personajes femeninos en función de las relaciones que mantienen. Charlotte, Carrie, Miranda y Samantha siguen siendo ellas mismas y no renuncian a su personalidad a pesar de sus (muchas) historias de amor. Buenos ejemplos son la relación de Carrie con Petrovsky, que se acaba en cuanto ella queda en un segundo plano en la pareja, o con Berger, ridiculizado por sentirse inferior al tener menos éxito profesional que ella.
¿Y qué si disfruto de los pequeños placeres de la vida?
«Me gusta tener mi dinero donde pueda verlo: colgado en mi armario». Esa frase fue una de las más criticadas de Carrie. Como lo ha sido el exceso de importancia que se daba a la moda en la serie, a los Manolos, los desfiles de la Semana de la moda o la obsesión por recorrer la Quinta Avenida de escaparate en escaparate y de local de moda en local de moda.
Sexo en Nueva York fue uno de los primeros productos en desafiar las críticas. ¿Por qué una mujer no puede ser libre e independiente mientras luce un vestidazo de diseñador o unos zapatos vertiginosos? En 2017, (casi) tenemos superada esa defensa que tenemos que hacer de nuestras aficiones, pero, en la época en la que la serie vio la luz, fue todo un puñetazo en la mesa dejar claro que el ocio no está reñido con ser una mujer seria, profesional e independiente. Y feminista, obviously.
Imágenes | Sexo en Nueva York.
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