La prueba de que nuestras manos evolucionaron desde las aletas de los peces

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pez-cebra

Hace unos meses hablamos del gen Sonic, que además de mostrar la afición de sus descubridores al famoso videojuego de SEGA, parecía estar involucrado en la evolución de las aletas de los peces hacia nuestras extremidades.

Sin embargo, a pesar de que existen numerosas evidencias como ésta, no existe una señal experimental clara que muestre cómo pudo ocurrir, pues su composición parece indicar orígenes diferentes, aunque esto puede haber cambiado mucho, ya que en un estudio, publicado en Nature recientemente, un equipo de investigadores de la Universidad de Chicago ha dado con una señal más que notable del parentesco existente entre ambos.

Para ello se han valido de la técnica de edición genética CRISPR/Cas, que tantos descubrimientos está facilitando últimamente, y, además, han contado con la inestimable ayuda del pez cebra, considerado como uno de los mejores organismos modelo usados en experimentación.

La evolución de las aletas a manos, una historia controvertida

evolución de las aletas

Ya en el siglo XIX se trazaron hipótesis sobre la evolución de las aletas a las extremidades de los animales de cuatro patas, que pudo tener lugar después de que los primeros salieran del agua en busca de un nuevo hábitat con nuevos recursos.

Sin embargo, existen grandes diferencias entre ambas extremidades, principalmente porque unas se forman asociadas al tejido cartilaginoso y las otros en el interior del tejido conjuntivo simple.

Sin embargo, el parentesco existente entre los radios de las aletas y los dedos de los tetrápodos tiene grandes evidencias fósiles, por lo que muchos científicos se han lanzado a buscar la explicación genética que falta para completar el puzle.

El inestimable papel del pez cebra en la búsqueda de la evolución de las aletas a manos

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Posiblemente la adaptación de aletas a manos tuvo lugar a partir de una mutación que de algún modo resultó útil para los primeros ancestros animales que pisaron la tierra.

Esto es algo que intuía un equipo de investigadores estadounidenses, pero para demostrarlo necesitaban un modelo animal con el que experimentar. ¿Y cuál mejor que el pez cebra? Es pequeño y barato, regenera sus tejidos con facilidad, se reproduce rápidamente y su genoma es perfectamente conocido por los científicos, por lo que es una ayuda inestimable en muchísimo procesos de investigación.

Y en este, que precisamente va de aletas de peces, estaba claro que era la mejor opción, por lo que procedieron a utilizar la técnica CRISPR/Cas9, de gran utilidad para “cortar” genes concretos, con el fin de eliminar de su genoma los genes Hox, responsables de la aparición de las aletas.

A continuación, continuaron con la crianza de los peces (que tenían marcadas las células implicadas en el crecimiento de la extremidad ) durante varios años, con el fin de imitar lo que sería un linaje evolutivo, observando cómo evoluciona la mutación con el paso del tiempo.

Como cabía esperar, los resultados fueron los que esperaban, ya que pronto observaron la aparición de pequeños huesos que probablemente más tarde darían lugar a los dedos característicos de los animales tetrápodos.

Los investigadores han querido dejar claro en su estudio que las aletas y nuestras extremidades no son lo mismo, como salta a la vista, pero saber cómo se desencadenó la evolución de unos a otros es algo emocionante para cualquier amante de la ciencia.

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Azucena Martin PARA VIDA SANA ECUADOR

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